Las lluvias de junio de 1958 dejaron de manifiesto que el problema de la vivienda no podía esperar. Así pensaban tanto las familias damnificadas que se encontraban albergadas en las inmediaciones del Matadero de Lo Valledor, como gran parte de la opinión pública, incluidos diputados que plantearon la urgencia en el Parlamento. La creación de políticas integrales de vivienda debía complementarse con un plan de carácter urgente, que se materializó en la construcción de tres grandes proyectos habitacionales: las poblaciones San Gregorio (1958), Lo Valledor (1958) y José María Caro (1959), ubicadas en el extremo sur de la comuna de Santiago, en lo que actualmente corresponde a La Granja, Pedro Aguirre Cerda y Lo Espejo. |
Los lugares escogidos se encontraban en las afueras de Santiago, en terrenos tradicionalmente dedicados a la producción agrícola para abastecer a la ciudad, pero que prácticamente ya formaban parte del radio urbano. El Fundo Lo Valledor, ubicado entre la línea del tren y la Avenida General Velásquez, fueron adquiridos por la CORVI para repartir sitios entre las miles de familias que esperaban un lugar donde vivir.
Mientras las autoridades gubernamentales decidían cómo comenzar con esta primera etapa de construcción habitacional, los primeros habitantes de lo que pronto sería Lo Valledor Norte esperaban ansiosos la adjudicación de los terrenos donde irían a vivir. Seguramente, todos poseían una Libreta CORVI donde habían ido depositando cuotas con mucho esfuerzo. El principal requisito era tener una familia, pues se daba prioridad a los grupos familiares antes que a las necesidades individuales de vivienda.
Pero ahorrar no era tan sencillo. El hecho de tener una Libreta CORVI era sólo un símbolo del gran esfuerzo que realizaban las familias para obtener una vivienda, necesidad que en algunos casos, era muy urgente. Muchos de ellos vivían en casas de familiares, acomodados con buena voluntad y paciencia, a la espera de una vivienda definitiva. Otros lo hacían en conventillos o cités del centro de Santiago, soportando incomodidades y privaciones con tal de juntar las preciadas cuotas necesarias para postular a la vivienda. Cuando se cumplía con el ahorro mínimo, había que comenzar la postulación en
En Septiembre de 1958 las familias seleccionadas recibieron el llamado de las autoridades para concurrir al Fundo Lo Valledor dentro de un plazo de diez días, a tomar posesión del terreno que les había sido asignado. Si bien algunos habían tenido ocasión de conocerse en aquellas largas esperas y otros venían organizados previamente, a través de Comités Sin Casa, la gran mayoría de los ahora vecinos jamás se había visto. Llegar a Lo Valledor fue conocer, al mismo tiempo, el lugar donde vivirían de aquí en adelante y a las personas que los acompañarían en este habitar.
¿Sólo diez días para llegar? Si la espera había sido lenta y se les había exigido paciencia, el aviso de que debían ocupar sus sitios les exigía rapidez y pragmatismo, pues un atraso en ese plazo podía significar que el sitio fuera reasignado a otra de las familias que engrosaban las listas de espera de
Yuyos. Yuyos y sol. Una a una, las familias ansiosas de encontrar su sitio, se enfrentaron porpor primera vez al extenso paisaje del ex Fundo Lo Valledor. Más allá de la línea del tren, que simbolizaba los confines de la ciudad, se encontraban estos terrenos donde antes se sembraban cebollas, habas o arvejas, pero ningún árbol. No había árboles que dieran sombra, sólo tierra, piedras, canales de regadío y zarzamoras. Los primeros días, los sitios separados por una malla metálica y señalados con un discreto número, eran indistinguibles los unos de los otros, lo que sumado al sol, la tierra y las zarzamoras que llenaban el paisaje, exigía gran sacrificio y fuerza de parte de los pobladores. Muchos optaron por trabajar de noche en la mejora de sus sitios, para no tener que soportar el quemante sol en sus cabezas. Porque además del calor, la falta de agua y de sombra, debían enfrentar una ausencia aún más notoria: la casa. Y es que… ¿valía la pena tanto esfuerzo realizado para llegar, finalmente, a ocupar un sitio pelado? ¿Estaban mejor aquí que en sus antiguas viviendas? Muchas veces estas ideas debieron cruzar la mente de las familias, pero la realidad les exigía poner manos a la obra y comenzar, poco a poco, a mejorar las condiciones de su existencia.
Si
Si el Estado había sido capaz de organizar esta Operación Sitio, pero no de entregarles un equipamiento mínimo, había que ir más allá de la institucionalidad y asumir mayores grados de responsabilidad. Había que construir la población. La primera tarea fue instalarse en los distintos sitios que estaban señalados con un número y marcados con rejas, dentro de los cuales cada familia construía su vivienda provisoria. Instalados en carpas, en pequeñas mejoras de madera o improvisados ranchos, las familias se fueron instalando y conociendo. Además del sol y el cansancio generalizado, el sólo hecho de identificar el sitio propio era una dificultad, pues como cuenta un vecino “cuando teníamos que salir a comprar a la feria teníamos que dejar marcado el pasaje con una piedra o si no, nos perdíamos”. A la precariedad de las viviendas y los espacios urbanos, se sumaba la lejanía de la ciudad y los lugares de trabajo.
La Población estaba ubicada en los márgenes de la comuna de Santiago, donde no existía un equipamiento mínimo que permitiera decir que estaban “dentro” de la ciudad. La línea del tren marcaba una frontera social que pervive hasta el día de hoy, como si del lado de acá, al otro lado del mundo el progreso anduviera a pasos más lentos. Los problemas de transporte existían inclusive al interior de
SinSin embargo, había un elemento que facilitaba estas primeras tareas: la confianza. Pese a que los vecinos apenas se conocían, hoy en día todos señalan que existía mucha confianza y honradez entre los vecinos, que se fueron conociendo mientras trabajaban juntos. Pero… ¿por dónde empezar a mejorar la población?
Entre las mayores urgencias, estaba la necesidad de traer luz y agua a la población, pues los sitios no estaban urbanizados. A la Población Lo Valledor Norte, habían llegado familias pertenecientes a 16 Comités Sin Casa, sumados a las personas que habían llegado de manera individual, a quienes la CORVI les había asignado un terreno en la población, pero que no conocían otras familias. Eso generó algunas dificultades, pues como señala un dirigente “Había 16 timbres, 16 presidentes, 16 directivas, entonces qué pasaba, pasaba que ellos querían mantener su organización para seguir luchando, luchando por cual era la lucha primero: el primer punto era el agua…”. Es decir, que si bien había conflictos de organización, los vecinos pudieron sobreponerse a ellos en la medida en que pusieron en primer lugar las necesidades de
La realidad social que se vivía es muy bien relatada por una vecina: “Nosotros no teníamos energía eléctrica, no teníamos nada, ni agua. Íbamos al grifo ahí en la esquina y ahí íbamos a buscar agua, ahí en la esquina al ladito de la casa, para cocinar, para lavar, para todo. Ahí nos fuimos conociendo. Cuando hacíamos fila, porque había que hacer fila para juntar el agua, porque cuando había mucha gente, había que esperar su turno…”. El agua era una necesidad vital y en esta tarea no sólo participaban las mujeres, encargadas de los quehaceres de la casa, sino que toda la familia debía participar en los turnos, durante el día y la noche, para poder abastecerse. Muchas veces, la situación se volvía conflictiva. Como señala un vecino “Había peleas también. Como no había nada de agua, los hombres se iban a bañar a los grifos en la noche, totalmente desnudos allá por las 2, 3 de la mañana encontrabas un lote de viejos bañándose en los grifos…”.
EnEn un inicio, se habilitaron dos grifos de agua, uno en Avenida Central y otro en la esquina de Cooperación con Centroamérica. Para llegar a esto, fue necesario que un grupo de vecinos voluntariamente revisaran las cañerías que llevaban el agua a través de Avenida Lo Ovalle, desde Gran Avenida a pie y con llave en mano, revisando que todo estuviera en buen estado para que el agua llegara a Lo Valledor.
Traer la luz fue un desafío mayor, pues era necesario alguien con el conocimiento técnico suficiente para evitar desgracias por la mala manipulación del alumbrado público. La opción más rápida fue conectarse al alumbrado público de
La solución definitiva vino después, cuando
El agua y la luz son sólo dos ejemplos de cómo los vecinos se organizaron para dar solución a sus necesidades. De esa manera se fueron conociendo y adquiriendo confianza y amistad, que luego se expresaría en una serie de organizaciones y en un modo de vivir característico de la población, que como recuerdan quienes vivieron en esta época, estaba marcado por la buena vecindad, la cooperación y la solidaridad.
Llegar a vivir e instalarse en Lo Valledor Norte fue un verdadero aprendizaje social. Entre 1958 y 1960 se habían solucionado una serie de problemas de primera necesidad, pero quedaban otras múltiples necesidades sociales y culturales que cubrir. Hablar hoy en día de organizaciones vecinales como Juntas de Vecinos genera mucha nostalgia entre los vecinos, pues todas las generaciones comparten el análisis de que hoy en día, las Juntas de Vecinos se encuentran vaciadas de participación… no como antes. ¿Qué cambió en estos cuarenta años? Un primer argumento, es que los vecinos “no nos conocemos”, sin embargo, cuando las primeras familias llegaron a
El gobierno de
Sin duda, la participación de la gente en
Entre 1968 y 1969 un equipo de sociólogos, encabezados por Alejandro Portes, visitó
Centros de Madres
NoNo es casual que en las fotos de
En Lo Valledor Norte el Centro de Madres Irene Frei fue particularmente importante, pues incluyó una guardería que pronto se transformó en Jardín Infantil, permitiendo a las madres matricular a sus hijos pequeños, con beneficios para su tiempo y la educación de sus niños. En la foto puede verse a don Carlos Candia, Presidente de
Los Centros de Madres también dejaron un aporte en el largo plazo: fue en este espacio donde las mujeres comenzaron a conocerse y a tejer redes de solidaridad, que aparecerían en los momentos más crudos de la historia reciente del país. En los años ochenta las vecinas que se conocieron en estos espacios, pudieron desplegar todo el aprendizaje realizado en estos años.
La Escuela B-2
En 1960 se construyeron las primeras inmediaciones de la Escuela B-2 para los niños de la Población. Se trató de una serie de salas de madera, sin cerco entre las salas y las casas. Debido a que las instalaciones eran bastante precarias, la escuela era llamada “
Si bien no todos los padres matriculaban a sus hijos en esta Escuela, si fue un espacio donde los niños pudieron conocerse y empezar a sociabilizar desde pequeños, así como también un espacio de participación para los padres, que prontamente se organizaron en un Centro de Padres.
Otro de los proyectos de los vecinos fue la instalación de un Mercado Modelo en los terrenos donde actualmente su ubica la Escuela. El objetivo de esta acción era doble: por un lado, abastecer a la Población de los alimentos que necesitaban y por otro lado, dar trabajo a los comerciantes que habitaban aquí. El abastecimiento había sido un problema durante los primeros años, debido a que dados los problemas de transporte que tenían los vecinos, era complicado transportar los abarrotes necesarios para las familias. Por otro lado, existía una gran cantidad de comerciantes dentro de
Sin embargo, su fundación fue un hecho muy relevante para la Población, tanto así, que invitaron a su inauguración al afamado boxeador Godfrey Stevens. Pese al cierre del establecimiento, éste ilustra la voluntad por resolver problemas de todos los ámbitos de la vida, incluidos el trabajo y el abastecimiento, lo que da cuenta el carácter global de la acción de los primeros vecinos.
Clubes Deportivos y Culturales
El deporte fue una de las actividades que desde el comienzo le dio identidad a
Desde inicios de los sesenta, los Clubes de Fútbol generaron gran interés entre las familias de Lo Valledor Norte, pues los partidos eran acompañados de verdadera expectación de parte de las familias, que acompañaban entusiasmadas a los jugadores. En el caso del fútbol, la existencia del Estadio convertía esta actividad en un quehacer comunitario. Los vecinos sacaban bancas a la calle para mirar los partidos y los niños veían desde pequeños los partidos de sus padres y vecinos , integrándose desde pequeños a las ramas infantiles y juveniles de los equipos. En la foto puede observarse no sólo a los jugadores, los viejos tercios del Club Cardenal Caro, sino también a una gran cantidad de niños entusiasmados por el juego y la fotografía.
También existieron Clubes de Básquetbol, en los que, por las características de este deporte, también fueron incluidas las mujeres. Como cuenta una vecina “yo empecé a jugar cuando tenía como doce años y después cuando se terminaron todos los clubes aquí, las mismas chiquillas que jugábamos aquí nos fuimos a jugar a
El deporte estaba muy vinculado a las actividades culturales. La actividad del cine en la calle, auspiciada por
Celebraciones y Diversiones
Era la alegría de tener algo. Lo que se vivía por ese entonces en Lo Valledor Norte, era la alegría de vivir en “lo propio”, que había sido obtenido a través de los esfuerzos personales y comunitarios. Por eso, las alegrías también tenían que ser compartidas. Quienes vivieron en
Un factor fundamental para ello, era la confianza que había entre los vecinos, que sentían seguridad de dejar a los niños jugar en la calle, sin temor a que les pasara nada malo. Los juegos de los niños estaban facilitados por el hecho de que como el entorno de la Población conversaba un paisaje campestre, como cuenta una vecina que llegó a los 8 años a la población “pasaban acequias y cuando llegamos a la orilla de la línea del tren, había algo así como un canal, una acequia grande, íbamos a jugar ahí, había mucha zarzamora a la orilla de la línea y habían culebras, yo nunca me olvido, y jugábamos nosotros, me acuerdo que mi hermano y los otros chiquillos cazaban las culebras y se ponían a jugar con ellas y de repente se metían a las casas…” Otro vecino, que ya era adulto al llegar aquí, cuenta con gran alegría que “para mí venirme acá fue una experiencia buena, bonita, sobre todo que yo vi crecer a mis hijos. Ellos jugaban con tierra, cantaban, qué no hacían”.
Por su parte los jóvenes tenían el “Club Onda Joven”, cuya principal función era realizar actividades de recreación para ellos mismos. Se juntaban los días sábado en la noche en la casa de alguno de ellos a escuchar discos. Si en la casa no había uno de estos aparatos, no había problema en conseguir alguno prestado, para poder bailar. En estas celebraciones, era común que los jóvenes asistieran acompañados de sus hermanos, ya fuera porque los padres eran estrictos, o porque tenían la misma edad e intereses. Otra de las actividades más recordadas era la organización de un paseo a
A nivel comunitario, se celebraban las principales festividades del calendario, como relata una vecina “en
“Los Copihues Rojos”, que cantaban en los eventos, nosotros estábamos bien organizados”. A nivel interno de
La elección de la reina era otra actividad que causaba expectación. Las candidatas tenían equipos encargados de “vender votos” para alcanzar el triunfo y para lograrlo, se realizaban una serie de actividades para recaudar fondos: “Yo me acuerdo que fui apoderada y mi candidata salió como cuarta y se hizo la fiesta allá al frente donde la señora Margarita. Se hacían completadas, se hacían bailes, las que podíamos hacíamos actividades…” Al evento final, las candidatas asistían vestidas para la ocasión y la ganadora ofrecía una fiesta después, en su casa o en alguna sede.
Pero también llegaba actividad cultural desde fuera de la Población. Además de la visita de Godfrey Stevens, asistieron artistas como Ginette Acevedo y Luciano Galleguillos. Uno de los eventos más recordados por los vecinos, fue la visita del Ballet de la Universidad de Chile que llevó un espectáculo cultural de primer nivel a los pobladores. Como cuenta una vecina que estuvo presente ese día “Una de las cosas que considero que hemos visto hasta ballet aquí en la población, no recuerdo bien en qué año fue exactamente, pero vinieron de
¿Cuándo terminó todo esto? Cuando se hizo esta pregunta a los vecinos, la respuesta fue unánime: en 1973. O inclusive sin preguntárselo, los relatos nombran espontáneamente “el ‘73” como el momento que marcó un antes y un después en la vida de la Población. El Golpe de Estado, la violencia política, la persecución y el miedo que se instaló entre los vecinos y en el país en general son el colofón de la que quizás, ha sido la etapa más próspera en la historia de la población. Si bien hay consenso en torno a la fecha, los relatos sobre lo que vino después, el Golpe y
Los elementos que cambiaron y los que permanecieron, los olvidos y los aprendizajes de esta época, son las preguntas que quedan pendientes. ¿Cómo fueron capaces de organizarse sin conocerse? ¿Se puede superar la desconfianza? ¿Qué rol jugaban las organizaciones deportivas y culturales en
[1] Alejandro Portes. Portes. Estudio de áreas marginadas de Santiago de Chile, 1968-1969. Cuatro Poblaciones. Informe Preliminar sobre situación y aspiraciones de grupos marginados en el Gran Santiago. Universidad de Wisconsin, Programa de Sociología del Desarrollo. Santiago, 1969, p.13
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as lluvias de junio de 1958 dejaron de manifiesto que el problema de la vivienda no podía esperar. Así pensaban tanto las familias damnificadas que se encontraban albergadas en las inmediaciones del Matadero de Lo Valledor, como gran parte de la opinión pública, incluidos diputados que plantearon la urgencia en el Parlamento. La creación de políticas integrales de vivienda debía complementarse con un plan de carácter urgente, que se materializó en la construcción de tres grandes proyectos habitacionales: las poblaciones San Gregorio (1958), Lo Valledor (1958) y José María Caro (1959), ubicadas en el extremo sur de la comuna de Santiago, en lo que actualmente corresponde a La Granja, Pedro Aguirre Cerda y Lo Espejo.
Los lugares escogidos se encontraban en las afueras de Santiago, en terrenos tradicionalmente dedicados a la producción agrícola para abastecer a la ciudad, pero que prácticamente ya formaban parte del radio urbano. El Fundo Lo Valledor, ubicado entre la línea del tren y la Avenida General Velásquez, fueron adquiridos por la CORVI para repartir sitios entre las miles de familias que esperaban un lugar donde vivir.
Mientras las autoridades gubernamentales decidían cómo comenzar con esta primera etapa de construcción habitacional, los primeros habitantes de lo que pronto sería Lo Valledor Norte esperaban ansiosos la adjudicación de los terrenos donde irían a vivir. Seguramente, todos poseían una Libreta CORVI donde habían ido depositando cuotas con mucho esfuerzo. El principal requisito era tener una familia, pues se daba prioridad a los grupos familiares antes que a las necesidades individuales de vivienda.
Pero ahorrar no era tan sencillo. El hecho de tener una Libreta CORVI era sólo un símbolo del gran esfuerzo que realizaban las familias para obtener una vivienda, necesidad que en algunos casos, era muy urgente. Muchos de ellos vivían en casas de familiares, acomodados con buena voluntad y paciencia, a la espera de una vivienda definitiva. Otros lo hacían en conventillos o cités del centro de Santiago, soportando incomodidades y privaciones con tal de juntar las preciadas cuotas necesarias para postular a la vivienda. Cuando se cumplía con el ahorro mínimo, había que comenzar la postulación en
En Septiembre de 1958 las familias seleccionadas recibieron el llamado de las autoridades para concurrir al Fundo Lo Valledor dentro de un plazo de diez días, a tomar posesión del terreno que les había sido asignado. Si bien algunos habían tenido ocasión de conocerse en aquellas largas esperas y otros venían organizados previamente, a través de Comités Sin Casa, la gran mayoría de los ahora vecinos jamás se había visto. Llegar a Lo Valledor fue conocer, al mismo tiempo, el lugar donde vivirían de aquí en adelante y a las personas que los acompañarían en este habitar.
¿Sólo diez días para llegar? Si la espera había sido lenta y se les había exigido paciencia, el aviso de que debían ocupar sus sitios les exigía rapidez y pragmatismo, pues un atraso en ese plazo podía significar que el sitio fuera reasignado a otra de las familias que engrosaban las listas de espera de
Yuyos. Yuyos y sol. Una a una, las familias ansiosas de encontrar su sitio, se enfrentaron porpor primera vez al extenso paisaje del ex Fundo Lo Valledor. Más allá de la línea del tren, que simbolizaba los confines de la ciudad, se encontraban estos terrenos donde antes se sembraban cebollas, habas o arvejas, pero ningún árbol. No había árboles que dieran sombra, sólo tierra, piedras, canales de regadío y zarzamoras. Los primeros días, los sitios separados por una malla metálica y señalados con un discreto número, eran indistinguibles los unos de los otros, lo que sumado al sol, la tierra y las zarzamoras que llenaban el paisaje, exigía gran sacrificio y fuerza de parte de los pobladores. Muchos optaron por trabajar de noche en la mejora de sus sitios, para no tener que soportar el quemante sol en sus cabezas. Porque además del calor, la falta de agua y de sombra, debían enfrentar una ausencia aún más notoria: la casa. Y es que… ¿valía la pena tanto esfuerzo realizado para llegar, finalmente, a ocupar un sitio pelado? ¿Estaban mejor aquí que en sus antiguas viviendas? Muchas veces estas ideas debieron cruzar la mente de las familias, pero la realidad les exigía poner manos a la obra y comenzar, poco a poco, a mejorar las condiciones de su existencia.
Si
Si el Estado había sido capaz de organizar esta Operación Sitio, pero no de entregarles un equipamiento mínimo, había que ir más allá de la institucionalidad y asumir mayores grados de responsabilidad. Había que construir la población. La primera tarea fue instalarse en los distintos sitios que estaban señalados con un número y marcados con rejas, dentro de los cuales cada familia construía su vivienda provisoria. Instalados en carpas, en pequeñas mejoras de madera o improvisados ranchos, las familias se fueron instalando y conociendo. Además del sol y el cansancio generalizado, el sólo hecho de identificar el sitio propio era una dificultad, pues como cuenta un vecino “cuando teníamos que salir a comprar a la feria teníamos que dejar marcado el pasaje con una piedra o si no, nos perdíamos”. A la precariedad de las viviendas y los espacios urbanos, se sumaba la lejanía de la ciudad y los lugares de trabajo.
La Población estaba ubicada en los márgenes de la comuna de Santiago, donde no existía un equipamiento mínimo que permitiera decir que estaban “dentro” de la ciudad. La línea del tren marcaba una frontera social que pervive hasta el día de hoy, como si del lado de acá, al otro lado del mundo el progreso anduviera a pasos más lentos. Los problemas de transporte existían inclusive al interior de
SinSin embargo, había un elemento que facilitaba estas primeras tareas: la confianza. Pese a que los vecinos apenas se conocían, hoy en día todos señalan que existía mucha confianza y honradez entre los vecinos, que se fueron conociendo mientras trabajaban juntos. Pero… ¿por dónde empezar a mejorar la población?
Entre las mayores urgencias, estaba la necesidad de traer luz y agua a la población, pues los sitios no estaban urbanizados. A la Población Lo Valledor Norte, habían llegado familias pertenecientes a 16 Comités Sin Casa, sumados a las personas que habían llegado de manera individual, a quienes la CORVI les había asignado un terreno en la población, pero que no conocían otras familias. Eso generó algunas dificultades, pues como señala un dirigente “Había 16 timbres, 16 presidentes, 16 directivas, entonces qué pasaba, pasaba que ellos querían mantener su organización para seguir luchando, luchando por cual era la lucha primero: el primer punto era el agua…”. Es decir, que si bien había conflictos de organización, los vecinos pudieron sobreponerse a ellos en la medida en que pusieron en primer lugar las necesidades de
La realidad social que se vivía es muy bien relatada por una vecina: “Nosotros no teníamos energía eléctrica, no teníamos nada, ni agua. Íbamos al grifo ahí en la esquina y ahí íbamos a buscar agua, ahí en la esquina al ladito de la casa, para cocinar, para lavar, para todo. Ahí nos fuimos conociendo. Cuando hacíamos fila, porque había que hacer fila para juntar el agua, porque cuando había mucha gente, había que esperar su turno…”. El agua era una necesidad vital y en esta tarea no sólo participaban las mujeres, encargadas de los quehaceres de la casa, sino que toda la familia debía participar en los turnos, durante el día y la noche, para poder abastecerse. Muchas veces, la situación se volvía conflictiva. Como señala un vecino “Había peleas también. Como no había nada de agua, los hombres se iban a bañar a los grifos en la noche, totalmente desnudos allá por las 2, 3 de la mañana encontrabas un lote de viejos bañándose en los grifos…”.
EnEn un inicio, se habilitaron dos grifos de agua, uno en Avenida Central y otro en la esquina de Cooperación con Centroamérica. Para llegar a esto, fue necesario que un grupo de vecinos voluntariamente revisaran las cañerías que llevaban el agua a través de Avenida Lo Ovalle, desde Gran Avenida a pie y con llave en mano, revisando que todo estuviera en buen estado para que el agua llegara a Lo Valledor.
Traer la luz fue un desafío mayor, pues era necesario alguien con el conocimiento técnico suficiente para evitar desgracias por la mala manipulación del alumbrado público. La opción más rápida fue conectarse al alumbrado público de
La solución definitiva vino después, cuando
El agua y la luz son sólo dos ejemplos de cómo los vecinos se organizaron para dar solución a sus necesidades. De esa manera se fueron conociendo y adquiriendo confianza y amistad, que luego se expresaría en una serie de organizaciones y en un modo de vivir característico de la población, que como recuerdan quienes vivieron en esta época, estaba marcado por la buena vecindad, la cooperación y la solidaridad.
Llegar a vivir e instalarse en Lo Valledor Norte fue un verdadero aprendizaje social. Entre 1958 y 1960 se habían solucionado una serie de problemas de primera necesidad, pero quedaban otras múltiples necesidades sociales y culturales que cubrir. Hablar hoy en día de organizaciones vecinales como Juntas de Vecinos genera mucha nostalgia entre los vecinos, pues todas las generaciones comparten el análisis de que hoy en día, las Juntas de Vecinos se encuentran vaciadas de participación… no como antes. ¿Qué cambió en estos cuarenta años? Un primer argumento, es que los vecinos “no nos conocemos”, sin embargo, cuando las primeras familias llegaron a
El gobierno de
Sin duda, la participación de la gente en
Entre 1968 y 1969 un equipo de sociólogos, encabezados por Alejandro Portes, visitó
Centros de Madres
NoNo es casual que en las fotos de
En Lo Valledor Norte el Centro de Madres Irene Frei fue particularmente importante, pues incluyó una guardería que pronto se transformó en Jardín Infantil, permitiendo a las madres matricular a sus hijos pequeños, con beneficios para su tiempo y la educación de sus niños. En la foto puede verse a don Carlos Candia, Presidente de
Los Centros de Madres también dejaron un aporte en el largo plazo: fue en este espacio donde las mujeres comenzaron a conocerse y a tejer redes de solidaridad, que aparecerían en los momentos más crudos de la historia reciente del país. En los años ochenta las vecinas que se conocieron en estos espacios, pudieron desplegar todo el aprendizaje realizado en estos años.
La Escuela B-2
En 1960 se construyeron las primeras inmediaciones de la Escuela B-2 para los niños de la Población. Se trató de una serie de salas de madera, sin cerco entre las salas y las casas. Debido a que las instalaciones eran bastante precarias, la escuela era llamada “
Si bien no todos los padres matriculaban a sus hijos en esta Escuela, si fue un espacio donde los niños pudieron conocerse y empezar a sociabilizar desde pequeños, así como también un espacio de participación para los padres, que prontamente se organizaron en un Centro de Padres.
Otro de los proyectos de los vecinos fue la instalación de un Mercado Modelo en los terrenos donde actualmente su ubica la Escuela. El objetivo de esta acción era doble: por un lado, abastecer a la Población de los alimentos que necesitaban y por otro lado, dar trabajo a los comerciantes que habitaban aquí. El abastecimiento había sido un problema durante los primeros años, debido a que dados los problemas de transporte que tenían los vecinos, era complicado transportar los abarrotes necesarios para las familias. Por otro lado, existía una gran cantidad de comerciantes dentro de
Sin embargo, su fundación fue un hecho muy relevante para la Población, tanto así, que invitaron a su inauguración al afamado boxeador Godfrey Stevens. Pese al cierre del establecimiento, éste ilustra la voluntad por resolver problemas de todos los ámbitos de la vida, incluidos el trabajo y el abastecimiento, lo que da cuenta el carácter global de la acción de los primeros vecinos.
Clubes Deportivos y Culturales
El deporte fue una de las actividades que desde el comienzo le dio identidad a
Desde inicios de los sesenta, los Clubes de Fútbol generaron gran interés entre las familias de Lo Valledor Norte, pues los partidos eran acompañados de verdadera expectación de parte de las familias, que acompañaban entusiasmadas a los jugadores. En el caso del fútbol, la existencia del Estadio convertía esta actividad en un quehacer comunitario. Los vecinos sacaban bancas a la calle para mirar los partidos y los niños veían desde pequeños los partidos de sus padres y vecinos , integrándose desde pequeños a las ramas infantiles y juveniles de los equipos. En la foto puede observarse no sólo a los jugadores, los viejos tercios del Club Cardenal Caro, sino también a una gran cantidad de niños entusiasmados por el juego y la fotografía.
También existieron Clubes de Básquetbol, en los que, por las características de este deporte, también fueron incluidas las mujeres. Como cuenta una vecina “yo empecé a jugar cuando tenía como doce años y después cuando se terminaron todos los clubes aquí, las mismas chiquillas que jugábamos aquí nos fuimos a jugar a
El deporte estaba muy vinculado a las actividades culturales. La actividad del cine en la calle, auspiciada por
Celebraciones y Diversiones
Era la alegría de tener algo. Lo que se vivía por ese entonces en Lo Valledor Norte, era la alegría de vivir en “lo propio”, que había sido obtenido a través de los esfuerzos personales y comunitarios. Por eso, las alegrías también tenían que ser compartidas. Quienes vivieron en
Un factor fundamental para ello, era la confianza que había entre los vecinos, que sentían seguridad de dejar a los niños jugar en la calle, sin temor a que les pasara nada malo. Los juegos de los niños estaban facilitados por el hecho de que como el entorno de la Población conversaba un paisaje campestre, como cuenta una vecina que llegó a los 8 años a la población “pasaban acequias y cuando llegamos a la orilla de la línea del tren, había algo así como un canal, una acequia grande, íbamos a jugar ahí, había mucha zarzamora a la orilla de la línea y habían culebras, yo nunca me olvido, y jugábamos nosotros, me acuerdo que mi hermano y los otros chiquillos cazaban las culebras y se ponían a jugar con ellas y de repente se metían a las casas…” Otro vecino, que ya era adulto al llegar aquí, cuenta con gran alegría que “para mí venirme acá fue una experiencia buena, bonita, sobre todo que yo vi crecer a mis hijos. Ellos jugaban con tierra, cantaban, qué no hacían”.
Por su parte los jóvenes tenían el “Club Onda Joven”, cuya principal función era realizar actividades de recreación para ellos mismos. Se juntaban los días sábado en la noche en la casa de alguno de ellos a escuchar discos. Si en la casa no había uno de estos aparatos, no había problema en conseguir alguno prestado, para poder bailar. En estas celebraciones, era común que los jóvenes asistieran acompañados de sus hermanos, ya fuera porque los padres eran estrictos, o porque tenían la misma edad e intereses. Otra de las actividades más recordadas era la organización de un paseo a
A nivel comunitario, se celebraban las principales festividades del calendario, como relata una vecina “en
“Los Copihues Rojos”, que cantaban en los eventos, nosotros estábamos bien organizados”. A nivel interno de
La elección de la reina era otra actividad que causaba expectación. Las candidatas tenían equipos encargados de “vender votos” para alcanzar el triunfo y para lograrlo, se realizaban una serie de actividades para recaudar fondos: “Yo me acuerdo que fui apoderada y mi candidata salió como cuarta y se hizo la fiesta allá al frente donde la señora Margarita. Se hacían completadas, se hacían bailes, las que podíamos hacíamos actividades…” Al evento final, las candidatas asistían vestidas para la ocasión y la ganadora ofrecía una fiesta después, en su casa o en alguna sede.
Pero también llegaba actividad cultural desde fuera de la Población. Además de la visita de Godfrey Stevens, asistieron artistas como Ginette Acevedo y Luciano Galleguillos. Uno de los eventos más recordados por los vecinos, fue la visita del Ballet de la Universidad de Chile que llevó un espectáculo cultural de primer nivel a los pobladores. Como cuenta una vecina que estuvo presente ese día “Una de las cosas que considero que hemos visto hasta ballet aquí en la población, no recuerdo bien en qué año fue exactamente, pero vinieron de
¿Cuándo terminó todo esto? Cuando se hizo esta pregunta a los vecinos, la respuesta fue unánime: en 1973. O inclusive sin preguntárselo, los relatos nombran espontáneamente “el ‘73” como el momento que marcó un antes y un después en la vida de la Población. El Golpe de Estado, la violencia política, la persecución y el miedo que se instaló entre los vecinos y en el país en general son el colofón de la que quizás, ha sido la etapa más próspera en la historia de la población. Si bien hay consenso en torno a la fecha, los relatos sobre lo que vino después, el Golpe y
Los elementos que cambiaron y los que permanecieron, los olvidos y los aprendizajes de esta época, son las preguntas que quedan pendientes. ¿Cómo fueron capaces de organizarse sin conocerse? ¿Se puede superar la desconfianza? ¿Qué rol jugaban las organizaciones deportivas y culturales en
[1] Alejandro Portes. Portes. Estudio de áreas marginadas de Santiago de Chile, 1968-1969. Cuatro Poblaciones. Informe Preliminar sobre situación y aspiraciones de grupos marginados en el Gran Santiago. Universidad de Wisconsin, Programa de Sociología del Desarrollo. Santiago, 1969, p.13
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