Cuesta hablar del Golpe. Por ser un hecho que marcó crucialmente la vida del país, las personas de toda edad tienen sensaciones, ideas y convicciones muy firmes sobre los sucesos de 1973.
Sobre todo entre quienes vivieron personalmente este período y más aún si hay experiencias personales de tortura, exilio, cesantía o muertes. En otras personas, prima el recuerdo de los últimos meses del gobierno de la Unidad Popular, donde ya se avizoraban conflictos en las calles, entre los propios vecinos, que tenían diferentes posiciones políticas. En 1969, un 11% de los jefes de familia militaba en algún partido político, mayormente en el Partido Comunista, la Democracia Cristiana y en menor medida en el Partido Socialista y Partido Radical, según una encuesta realizada en la Población. El resto de los vecinos, si no militaba, probablemente tenía una opinión política, aunque es posible suponer que hacia 1970 aumentó el número de militantes, en un contexto en que gran parte de los habitantes del país se identificaba con algún proyecto político. No se puede negar que dentro de la Población hubo conflictos entre militantes, que no eran nuevos, sino que habían estado presentes desde el comienzo, como era natural esperar. Los efectos del desabastecimiento, la necesidad de organizar Juntas de Abastecimiento Popular (JAP) para distribuir los víveres o las largas colas para comprar el pan, causaron distinta impresión entre los vecinos. Algunos recuerdan la Unidad Popular como la época más feliz de sus vidas, mientras que otros recuerdan con angustia la incertidumbre de esos días. No es posible llegar a una única versión y muchos de los testimonios recogidos han quedado en el anonimato, pues están llenos de emociones íntimas, temerosas de ser expuestas. Sin embargo, los unos y los otros, se refieren al año 1973 como la fecha en que todo comenzó a cambiar, cuando la vida dejó de hacerse en la calle, las sedes y las canchas y pasó a ocupar los silenciosos espacios de los hogares.
“El Golpe” en la memoria
La manera en que “El Golpe” quedó inscrito en la memoria de los habitantes de Lo Valledor Norte está marcada por el dolor y el trauma. Tan grande fue el impacto de un acontecimiento así, que ha afectado la memoria social que los vecinos tienen tanto del período anterior como posterior.
En la memoria de los vecinos, todo lo que pasó antes de 1973 quedó en la memoria como una especie de época dorada, donde las personas que vivían en la Población tenían virtudes como la honradez, la solidaridad y el esfuerzo, que permitieron todo el desarrollo social de la época. También existe una sensación de ingenuidad, como si en 1973 los vecinos y la Población hubieran perdido la inocencia. Respecto a la Unidad Popular misma, las versiones son más diversas, yendo desde la visión de los adherentes al gobierno de Allende, que narran la época como un período de avances y felicidad, por lo menos hasta el Paro de Camioneros de 1972, cuando el panorama se habría complicado para todas las personas. Otras personas recuerdan la época como un tiempo de desorden y recuerdan haber necesitado más autoridad que la que había.
Por el contrario, la memoria sobre los acontecimientos que ocurrieron después del Golpe, está llena de vacíos y olvidos. Nadie recuerda con claridad lo que ocurrió entre 1973 y 1983, o por lo menos no lo mencionan en sus relatos espontáneamente. Mientras los recuerdos de antes de 1973 son abundantes, llenos de detalles y anécdotas, los recuerdos de este período casi no se mencionan, llegando sólo, en algunos casos, al recuerdo de las Protestas Nacionales de 1983 y la posterior vuelta a la democracia. ¿Por qué es un período de difícil repaso? ¿Ocurrieron cosas relevantes para la vida de la Población?
Las primeras transformaciones sociales
El Golpe de Estado que las Fuerzas Armadas realizaron en 1973 estuvo acompañado de una inmediata prohibición de realizar actividades públicas, sobre todo si eran de índole política o social. Prontamente se proscribieron los partidos políticos y se comenzó a perseguir a los militantes de partidos u organizaciones de izquierda, quienes fueron víctimas, por muchos años, de la persecución y represión política. Pero también los partidos de centro, que en un primer momento apoyaron el Golpe, fueron prohibidos, ante la sorpresa de sus militantes.
En Octubre de 1973, la Oficina de Planificación Nacional (ODEPLAN) firmó un convenio con la Facultad de Economía de la Universidad Católica, para elaborar un Mapa de la Extrema Pobreza y una Ficha de Caracterización Socioeconómica para la “recolección de antecedentes sobre los hogares afectados por la extrema pobreza en cada una de las comunas del país”. Con esto se buscaba tener información estadística sobre las carencias y necesidades de las distintas poblaciones, que permitiera tomar decisiones técnicas en cuanto a la asignación de recursos para la población más pobre y evitar así que estas necesidades se transformaran en motivo de organización social o política. Se ponía fin a la costumbre de los pobladores y los dirigentes de ir donde las autoridades en caso de necesitar recursos, construcciones o proyectos, pues ese tipo de relación horizontal y cercana no se relacionaba con la manera de gobernar que se estaba instaurando. Junto con ello, se prohibió la búsqueda de soluciones colectivas a los problemas sociales señalando que “la atención de los problemas que tengan pobladores y pobladoras es individual. Se trata de casos y deben ser evaluados por la asistente social de la municipalidad, quienes decidirán –con criterio técnico- su participación en los programas municipales”.
La larga y exitosa tradición que tenían los vecinos de crear Comités y de participar en Juntas de Vecinos, también fue prohibida por la Dictadura. Esta había sido la forma en que se habían solucionado grandes problemáticas en Lo Valledor Norte, como la pavimentación, los servicios sanitarios o la electricidad, pero que desde ahora no iba a ser reconocida por el Gobierno. Las soluciones debían gestionarse individualmente y cada vecino debía solucionar sus propios problemas.
En cuanto a las Juntas de Vecinos, los dirigentes comenzaron a ser designados. Muchos de ellos tenían profundas dudas sobre la legitimidad de ser designados por el Gobierno y no electos por sus vecinos, pero también primó en ellos un sentido práctico que les permitió, en algunos casos, aceptar los cargos aunque no estuvieran de acuerdo con el Gobierno. Sin embargo, producto de las modificaciones legales y de la imposibilidad de realizar elecciones democráticas, estas instituciones habían perdido su carácter participativo. Comenzaba a expandirse el miedo, la desconfianza, la apatía. Como señala un dirigente “la política no es como la que existió, la que nosotros tuvimos antes del año 73, esta nueva política ha cambiado, no es la política antigua, el político era más... Eran otras personas, tenían otro criterio, eran personas más humanas, personas que trataban de convivir con el poblador”. Después de la desarticulación de estas organizaciones, hasta el momento no se ha podido recuperar el impulso y fuerza que tenían estas organizaciones
Por último, en 1981 se crea la comuna de Pedro Aguirre Cerda en lo que antes correspondía al sector Sur de Santiago. El decreto de Municipalización, buscó la creación de comunas homogéneas socialmente, por lo tanto, la nueva PAC agrupaba a una serie de poblaciones de nivel socioeconómico más bajo que Santiago. Si bien esto buscaba obtener más eficiencia en la gestión local, conllevó el gran problema de la falta de recursos, debido a que los nuevos Municipios tenían menos ingresos y no contaban con personal con experiencia.
Los Clubes Deportivos y la Escuela
Pero los vecinos… ¿Habían olvidado la tradición organizativa que existía antes del Golpe? Si bien en los primeros años participar en organizaciones políticas estaba prohibido, quedando únicamente la opción de militar en alguna organización clandestina y la Junta de Vecinos había perdido su carácter democrático y político, tampoco era seguro participar en ella. Inclusive, algunos de sus miembros, sufrieron encarcelamiento, despidos o torturas.
Los Clubes Deportivos fueron un espacio que permaneció abierto durante la Dictadura, permitiendo a los vecinos participar activamente de la actividad deportiva como lo hacían antes. Por eso es que la actividad deportiva, en particular el fútbol, vivió un alza durante esta época, con importantes hitos, como la construcción del Estadio, construido en 1982, con ayuda del Alcalde de Santiago, Carlos Bombal. Desde el gobierno se potenciaba la participación en este tipo de organizaciones, pues no eran vistas como algo político, sino que era una buena forma sana y poco peligrosa de participar.
El Estadio, ubicado en el centro del Barrio, marcaba la vida social de la Población. Contaba con graderías, camarines y estaba amurallado. Los fines de semana recibía a distintos equipos de fútbol, no sólo de la Población y la comuna, sino también de lugares más lejanos.
Otro espacio de encuentro entre los vecinos fue la Escuela. Si bien la infraestructura seguían siendo las humildes salas de madera construida en la década de los sesenta, los apoderados pudieron participar en la educación de sus hijos a través del Centro de Padres y organizando diversas actividades para ellos. Muchas vecinas que fueron apoderadas durante el período, recuerdan con gratificación los muchos esfuerzos que se hacían con el fin de realizar una fiesta o regalo de fin de año, por lo que también encontraron un espacio de desarrollo personal y comunitario. Si bien no todos los niños del Sector asistían a la Escuela B-2, una parte considerable sí lo hacía, sirviendo como un espacio inicial donde los vecinos comenzaban a conocerse desde pequeños, en sus salas y patios, además de espacios de convivencia como cumpleaños y celebraciones.
Nuevas formas de organización
La crisis económica de fines de los setenta marcó una época muy difícil. Junto con la inflación, que hacía que los precios aumentaran continuamente, existía una alta cesantía, debido al cierre de muchas industrias, fruto de la política económica de la Dictadura. La protección del Estado se redujo, por lo que poco a poco comenzaron a aparecer nuevas formas de organización para enfrentar, en primer lugar, el hambre.
Las mismas mujeres que anteriormente se reunían en los Centros de Madres a realizar actividades propias de su labor de dueñas de casas, hoy salían al espacio público para conseguir en conjunto, que todos los miembros de la Población pudieran alimentarse. Como cuenta una vecina que fue Presidenta de un Centro de Madres: “Nosotros ganábamos plata y también salíamos a terreno, éramos 36 personas, súper bueno, nosotros empezamos a organizar a la gente, a hacer grupos para ayudarnos entre unos y otros, había gente que no tenia, lo ayudábamos y después, déjame recordar, estuve en la olla común, conseguíamos remedios con Caritas Chile también”. Muchas veces, las Ollas Comunes tomaban un carácter político, como cuenta la misma dirigente “Me decían, oye, esta comida es para los políticos, y si venían los patos malos y me pedían, no podía negarme. ‘Miren - les decía- vayan a ver al fondo y ahí busquen comida’, pero en la casa no tenían, yo les decía, ‘Chiquillos, traigan una olla y yo les echo comida’, hacíamos pan, lo vendíamos barato… y lo que es la vida, después me ayudaron tanto en tiempo de Dictadura esos, los patos malos, viera usted como ayudan, cuando salía yo allá en las barricadas y todo, ellos me ayudaban”, aunque cumplía una inmensa función social.
Producto de este escenario, pronto se fue generando un gran descontento social, que pudo ser expresado a inicios de los años ochenta, a través de las Protestas Nacionales. Serán las mujeres quienes encabecen las Protestas en las poblaciones, debido al nuevo carácter que habían adquirido sus preocupaciones. En estas actividades, también estaban utilizando el aprendizaje social de las décadas anteriores.
Las Protestas
En Mayo de 1983, tras el llamado de la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC) a realizar un paro nacional debido a la complicada situación social que vivía el país, se realizó la pimera Protesta Nacional. Muchas personas tenían dudas frente al llamado de la CTC, pues aún había mucho miedo en torno a cualquier manifestación política. Sin embargo, esa tarde las calles de Santiago estaban vacías y desde las poblaciones, los vecinos ocupaban el espacio público manifestando con barricadas y gritos su descontento con el gobierno militar.
En estas manifestaciones participaba toda la Población, incluyendo mujeres y niños, que ya sea observando o tomando un rol activo, se hacían parte de esta manifestación. Aquí, la Protesta era vivida como un festejo, ya que se producía una especie de liberación del espacio público y como cuenta una vecina, la gente sacaba bancos a la calle, jugaban a la pelota, se unían, pese a las diferencias de opinión política que podían tener. Cuando se acercaba la noche y comenzaban los cadenazos, que dejaban sin luz a la Población, el escenario se tornaba más peligroso, por lo que a veces había enfrentamientos con carabineros.
Otro espacio que tomó un nuevo significado, fue la Iglesia Católica. A través de grupos parroquiales de ayuda a las familias que tenían mayores necesidades, la Iglesia poco a poco, se fue convirtiendo en un espacio de participación social y política. Como cuenta una vecina que era adolescente en esa época “uno iba a recibir la misa y era una cosa nada que ver, era una cosa totalmente política”, hecho que acercó a mucha gente a la Iglesia, pero que también alejó a otras. Un papel fundamental en esta revitalización social de la Iglesia, fueron los sacerdotes que llegaron a las poblaciones, como cuenta una vecina que participaba en estas actividades: “Teníamos una Olla Común aquí en la Iglesia, una olla común con el sacerdote. Él se llamaba Juan María, era un gringo, le decían Jesús, porque era igual que Jesús, igual” Este sacerdote, al igual que el padre André Jarlan de La Victoria, asesinado en 1984 o Mariano Puga, en La Legua, cumplieron un importante rol social en las Poblaciones. En Lo Valledor Norte ya había habido curas obreros, como el padre Ignacio Vergara en la década de los sesenta quien, según cuenta un vecino, “nunca usó ropa formal, Ignacio siempre usó el overol igual que Clotario Blest. Él escribió un libro sobre el protestantismo en América del Sur, entonces Ignacio trabajo con nosotros, se integró él apoyando en todo”. La Iglesia de los años ochenta, tuvo un estrecho contacto con las organizaciones sociales y se convirtió también en un espacio social donde la gente podía reunirse sin temor.
Los Militares
Sin embargo, hubo aspectos de la Dictadura que tuvieron buena acogida entre los vecinos. Es el caso de los Operativos Cívico-Militares, los que inaugurados en 1981, fueron creados para llevar ayuda social a las poblaciones de Santiago. En 1982, el Intendente Metropolitano, general Carol Urzúa informaba que unas 170 mil personas de escasos recursos se beneficiarán con los operativos cívico-militares. Sin embargo, esta actividad tenía firmes detractores, que la veían como una manera de llevar a los militares a las Poblaciones y causar miedo entre las personas.
La presencia de los militares no sólo era para llevar ayuda. Todos quienes vivieron su juventud en esa época, recuerdan el Toque de Queda como una prohibición que les impidió tener una vida normal o que por lo menos, les causó grandes sustos. Como cuenta un vecino, “fueron los años de mi juventud, había toque de queda, me acuerdo de los garabatos de los militares ‘váyanse para adentro o si no se mueren’”. En la memoria colectiva ocurre el mismo dualismo. Algunos vecinos destacan la seguridad de esa época, ya que, a diferencia de hoy, no habían delitos al interior de la Población: “En los años ochenta, aquí en Lo Valledor se terminó la delincuencia, uno salía tranquila, iba con su cartera tranquila, no había problema. Porque en toda esa época de la dictadura, la delincuencia fue cero, prácticamente era cero, y ahora ¿cómo estamos?”. Por su parte, otros vecinos vivieron momentos muy difíciles, por lo que su recuerdo de los militares no es agradable: “En el tiempo de los ochenta tuve que estar de allegada aquí, por el tiempo de la dictadura, porque a nosotras nos quemaron la casa los militares y lamentablemente tengo puros malos recuerdos, porque tenía que andar de casa en casa, me acuerdo de cuando pasaba la tanqueta. Entonces tengo malos recuerdos, no tengo recuerdos muy buenos.”
El fin de una época
Las Protestas Nacionales desarrolladas entre 1983 y 1986, la acción política de muchos jóvenes que buscaron subversivas para enfrentarse a la Dictadura, así como el resurgimiento de la clase política, permitieron que en 1989, a través de un Plebiscito, se determinara masivamente el fin del Régimen Militar. Empezaría una nueva época que, pese a las expectativas de la gente, estaría marcada por la desintegración de las organizaciones sociales, de manera más profunda que cuando ocurrió en Dictadura.
Si los Partidos Políticos y las Juntas de Vecinos fueron prohibidos o vigilados como espacios de participación, no se logró deshacer la larga trayectoria organizativa de los vecinos. Si se cerraron Partidos Políticos y Juntas de Vecinos, los Centros de Madres y Parroquias permanecieron abiertos, acogiendo la voluntad de los vecinos para volver a solucionar de manera organizada los problemas que padecían todos. Antes había sido la falta de pavimento o de luz, ahora era el hambre, la cesantía, la persecución. Las personas que participaron en estas iniciativas, fueron las primeras en salir a la calle a ocupar el espacio público cuando las condiciones lo permitieron, allanándole el camino al retorno de la Democracia. En último término, las personas entrevistadas recordaron esta década como un tiempo difícil, pero en el que aún se encontraban fortalecidos algunos valores de convivencia social y de relaciones comunitarias.
Sin embargo, no se puede negar la cruda herencia que esta época dejó en la Población. La desconfianza se instaló precisamente en esta época, debido a las múltiples heridas que permanecen abiertas tras el Golpe y la Dictadura. Lo que ocurrió fue paradojal: en el corto plazo, durante los años 80, desaparecieron las organizaciones formales, pero quedó la tradición organizativa y se desplegó una gran red de apoyo. Pero en el largo plazo, significó el lento abandono de algunos espacios de participación que habían sido claves antes, como las Juntas de Vecinos. Más allá de las entidades, hubo otra serie de cambios más profundos que marcarán la siguiente década.
Alejandro Portes. Estudio de áreas marginadas de Santiago de Chile 1968-1969… Op.Cit., p.28
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