Antes de 1958:
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a existencia de la Población Lo Valledor Norte no es un hecho fortuito en la historia de la vida de sus habitantes ni de la ciudad. Lo que hoy día recibe el nombre de “Lo Valledor Norte”, tanto el espacio físico, como el grupo humano y la historia que lo conforman, es fruto de una larga historia de hombres y mujeres que forman parte de un mismo relato. Un breve repaso a las historias familiares de los vecinos, demostraría la existencia de una historia común, de travesías similares y situaciones reiterativas… antepasados campesinos, un viaje a la ciudad, habitar en viviendas humildes, esforzarse por conseguir la casa propia, dedicarse a construir una bonita población. Gran parte de los habitantes de Santiago comparten esa historia, pues no se trata de un pasaje aislado en la vida de algunos habitantes, sino de una experiencia histórica compartida por la gran mayoría de los sectores populares de la ciudad.
El problema habitacional en Santiago
Hace medio siglo, por primera vez, se pudo decir que la mayoría de los chilenos vivía en ciudades. Así lo determinó el Censo de Población de 1952, dando cuenta a las autoridades y la ciudadanía que al pensar en Chile ya no debían imaginar un país rural, cuya población era mayoritariamente campesina, sino un país urbano, con ciudades que crecían quizás más rápido de lo que todos esperaban. En busca de trabajo, siguiendo a familiares o buscando mejores expectativas de vida, un enorme grupo humano compuesto de campesinos, jornaleros, jóvenes y familias enteras, decidieron emprender rumbo a la capital. Este hecho no sólo marcó la vida de los migrantes que arribaron a la ciudad, sino de la población entera. En la literatura, la dramaturgia, la música o el cine quedó marcado este tránsito, pero también en la construcción misma de Santiago, que no fue capaz de contener dentro de los márgenes de lo ‘urbano’ a esta gran cantidad de población, siendo ellos mismos quienes debieron asumir como una responsabilidad propia la ampliación de los márgenes urbanos de la ciudad.
Hasta antes de 1952, la mayoría de las personas que llegaban a la ciudad se ubicaban dentro de ésta, en los principales barrios obreros que rodeaban el casco histórico de la ciudad. El Barrio San Diego, los bordes del Río Mapocho, los alrededores de la Quinta Normal o el Barrio Mapocho, cercano a la Estación Central, eran los lugares donde se podía encontrar habitaciones o viviendas precarias, conocidas como conventillos, donde familias enteras y numerosas se hospedaban en habitaciones sin servicios higiénicos, ventilación ni divisiones internas, pagando por ello una parte significativa de sus ingresos. Ya en 1925 los arrendatarios de esas habitaciones se organizaron para protestar por el alto valor de los arriendos, expresando la necesidad de buscar soluciones definitivas a sus problemas de habitación[1]. En las décadas posteriores, el éxodo de los campesinos no se detuvo y, dado que ni la cantidad de habitaciones era suficiente, ni su precio accesible para todos, prontamente aparecieron nuevas alternativas para habitar. Así surgieron las “poblaciones callampa”, nombre con el que se denominó las habitaciones precarias construidas en el borde de la ciudad, en las riberas del Río Mapocho al Norte o del Zanjón de la Aguada al Sur, lugares donde se instalaron no sólo los habitantes pobres de la ciudad, sino campesinos del sur y trabajadores cesantes producto del cierre de las salitreras en el Norte[2]. No se trataba de gente que no deseara trabajar, ni que prefiriera la pobreza antes que el trabajo, sino que en muchos casos eran trabajadores –incluso niños y niñas trabajadores- que no podía hacer frente al costo de la vida. La visión que las autoridades tenían sobre los habitantes de las poblaciones callampas estaba marcada por el desprecio, bajo el prejuicio de que se trataba de gente ociosa, sin disposición al trabajo ni a los hábitos considerados correctos. Sin embargo, tempranamente fue posible descubrir que las fuentes laborales de los habitantes de las callampas no eran muy diferentes a las de los sectores populares de la ciudad, como pudieron observar una serie de asistentes sociales durante la época[3]. No era gente menos trabajadora ni menos esforzada, como señalaban algunas autoridades y el sentido común de gran parte de los santiaguinos, sino que había otras razones, aparentemente de tipo estructural, que les impedían el acceso a una vivienda adecuada.
Pronto, ni los conventillos ni las callampas fueron suficientes, pues era imposible contener tal cantidad de habitantes dentro del radio urbano de Santiago. Se estima que entre 1907 y 1960 arribaron a Santiago 960.298 personas, que correspondía aproximadamente al 50% de los habitantes totales de la ciudad[4]. Fue entonces que surgió una nueva vía de solución habitacional, cuando el poblamiento alcanzó sectores que tradicionalmente habían sido utilizados para la producción agrícola y ganadera, y que como tales, carecían en absoluto de equipamiento urbano e infraestructura básica para asegurar la subsistencia digna de las personas. Donde actualmente se ubican comunas como Peñalolén, Las Condes,
Crecimiento Urbano de Santiago 1960-2003 En: www.plataformaurbana.cl
Estado y Pobladores: las distintas formas de acceder a una vivienda
Poco a poco, el Estado fue adquiriendo mayor responsabilidad en el problema habitacional y urbano. Fue durante el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, cuando se crearon simultáneamente el Ministerio de Obras Públicas y
La desregulación, el aparente abandono de los ciudadanos imposibilitados de acceder a soluciones habitacionales por la vía del mercado y la acción estatal ineficaz en materia de vivienda, fueron configurando un escenario donde la carencia de vivienda se convertía en un foco de malestar social. Pese a la creación de una infraestructura estatal que diera soporte institucional a estas demandas, el plan de Ibáñez había dado muy pocos frutos. Por eso, en 1957, el último año de su gobierno, el malestar popular se expresó a través de dos grandes episodios: las protestas de Abril de 1957 en Santiago, Concepción y Valparaíso, producto del alza del precio del transporte público y la Toma de La Victoria en Octubre del mismo año. Éste último hecho, en que un grupo de pobladores organizados se desplazaron desde las orillas del Zanjón de
Jorge Alessandri Rodríguez, presidente electo, tenía claridad respecto a este punto. Por eso, al llegar al poder en 1958, le dio nuevas energías a la construcción de viviendas acelerando la construcción de las poblaciones San Gregorio, José María Caro y Lo Valledor Norte y Sur, para dar solución masiva a las poblaciones callampas del Río Mapocho y el Zanjón de la Aguada[8] y creando un Plan Nacional de Vivienda en 1959. Junto con ello, se dotó de nuevas responsabilidades a
Se establecían así distintos mecanismos para acceder a una vivienda, que fueron los utilizados en los años siguientes por una considerable parte de los habitantes de la ciudad. En 1960, 100.000 familias, equivalentes a unas 700.000 personas, vivían en campamentos, poblaciones callampas o poblaciones construidas a través de los mecanismos ofrecidos por el Estado[9], lo que por la época correspondía a un tercio de los habitantes de la ciudad. Por un lado, la posibilidad de las tomas estuvo presente constantemente, siendo un mecanismo ampliamente utilizado hasta 1973, sobre todo por los grupos con mayor grado de organización política, tanto de izquierda como de centro. Otra opción era acceder mediante el ahorro, el que a su vez podía ser individual, cuando las familias abrían una cuenta a su nombre para ahorrar el dinero mínimo solicitado por la CORVI, o bien organizarse en un Comité Sin Casa y reunir colectivamente dicho monto. Todo dependía de las trayectorias de las distintas familias, pues muchas veces el esfuerzo había estado puesto en la búsqueda de una solución individual, pero en otros casos se había optado por buscar soluciones colectivamente. En ambos casos, había un problema previo y una necesidad actual en común, sólo difería el modo en que se había realizado un mismo proceso.
[1] Vicente Espinoza, Para una historia de los pobres en la ciudad, Santiago, SUR, 1988
[2] Vicente Espinoza, ibíd..
[3] Mario Garcés, Garcés. Tomando su sitio, Santiago, LOM, 2002
[4] Armando De Ramón,. De Ramón. Santiago de Chile: Historia de una sociedad urbana, Santiago, Catalonia, 2007, p.241
[5] Armando De Ramón. Ibid., p.242
[6] Mario Garcés, Garcés. Op.Cit., p.113
[7] El Siglo, 3/2/1985. Citado por Mario Garcés, Op.Cit., p.144
[8] Mario Garcés, Garcés. Ibíd.,167
[9] Armando Armando De Ramón,Ramón. p.242
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